Así como si nada llegó Semana Santa otra vez, y eso que pareciera que acabamos de estar en Año Nuevo, pero ni modo, así de acelerada va la mara últimamente. Y menos mal que no tengo planes para esta semana porque tengo que trabajar hasta el miércoles y además hay una especie de ley seca de la cual nadie está muy seguro lo que prohíbe, si la compra o la ingestión alcohólica, o qué con exactitud, pero que ha sido motivo de quejas por todas partes. Para ahorrarme molestias me aseguré de tener mi provisión adecuada para toda la semana antes de que esta empezara.
Pero bueno, echando la vista atrás, pienso en las Semanas Santas de cuando era niño. En mi casa no se hacía oficio, no se jugaba, no se cocinaba y muchas otras cosas desde el miércoles en la noche. Y cómo nunca mi familia fue muy amiga del pescado, la dieta para jueves, viernes y sábado se limitaba a curtido, ensalada de algún tipo, pan y tortillas. Hasta el Domingo de Resurrección se podía hartar uno lo que quisiera. A mí que no se me ocurriera salir a jugar a la calle, pues eso casi seguro me garantizaba el infierno. Poner la tele no servía de nada porque en todos los canales había películas de romanos que no entiendo como alguien puede verlas si son para morirse del aburrimiento. Y la radio también estaba prohibida, así que si alguna música iba a sonar serían marchas fúnebres o música sacra. Era casi preferible no tener feriado y seguir en el colegio como si fuera una semana normal. Eso sin contar las procesiones, que jamás me han gustado aunque entiendo que no tienen nada de malo. Es simplemente que no entiendo cómo eso me va a hacer mejor persona o mejor cristiano. Pero ese es otro tema.
En cuanto tuve edad suficiente para irme sólo al pueblo de los otros abuelos, a eso de los 12 años, ya no pasé una semana santa en la ciudad. Como allí no tenía que “técnicamente” estar en la casa más que para comer y dormir, era la libertad. Pasábamos todo el día en los ríos, el riachuelo y el motagua. Llegábamos al pueblo casi todos los de la capital, primos, primas, amigos, amigos y se formaba el despelote. En algún momento de esas semanas santas conocí Río Dulce y el Castillo de San Felipe, me toco manejar en la carretera al atlántico el carro de un cuate que se pasó de tragos y eso que yo no sabía manejar, nos tomamos la famosa foto en el “jeep de hitler” como es conocido el jeep año 48 en el que el Otto llegó hasta el motagua. Todavía dicen por allí las malas lenguas que nuestra intención era quemar el jeep y echarlo al río, pero eso es mentira, solo queríamos esconderlo para que el Otto se enojara el regresar y no encontrarlo, pero salió mejor la cosa porque Doña María, que en paz descanse, mandó a alguien a buscar el jeep y el Otto tuvo que caminar, de noche, bolo y en chancletas como 1Km hasta el pueblo. Cuando llegó el tipo que iba a llevarse el jeep junto con Doña María nos encontraron en pleno proceso de empujarlo y cuando nos gritaron todos salimos corriendo en direcciones diferentes, pero ¿Adivinen a quien pusieron de cabecilla de la turba del jeep? Para no perder la costumbre, a mí, jajaja. Lo que si recuerdo era que el Sábado de Gloria nos hacían ir a la iglesia a tirar flores y cantar Gloria, pero después nos cinchaciaban o nos daban con alguna rama verde, con la excusa de que era para que creciéramos, jajaja.
Terminada la secundaria y ya con trabajo, las Semanas Santas alternaron entre Zacapa y Panajachel, uuhh que buenas chingaderas, solo que allí si ya había Sexo, Drogas y Rock and Roll, jajaja, ¡quien me oyera!. En cuanto al Sexo intentábamos conseguir alguna que quisiera casi siempre sin mucho éxito, las Drogas se limitaban a alcohol y alguna vez un poco de monte y lo que si había era Rock and Roll. Me acuerdo que fuimos a ver a Alux Nahual un Sábado de Gloria, cuando el Omar se andaba conectando a la chabela pero los dos mulitas se pasaron de chela y los fui a encontrar medio desmayados de bolos tirados en la arena con una amiga de la chabela cuidándolos. O cuando fuimos con los de la Universidad que el Luís Ángel iba enyesado de una pata pero eso igual no impidió que se la colocara con todos, nos fuimos para San Pedro y mientras algunos nos íbamos a caminar y a meter al lago el Luis Angel, el Robín y alguien más se quedaron chupando en una tiendita y cuando regresamos los tuvimos que subir a la lancha. El Luis Angel se nos perdió una noche y lo encontramos a las 8 de la mañana, sentado en la banqueta enfrente del hotel, con un vaso de ceviche (que aun no sé de donde putas se sacó) y un litro de cerveza, apoyada la pierna en las muletas y gritando “Este es el desayuno de los campeones”, jajajaja.
En Panajachel ya con Los Últimos Adictos, llegamos el miércoles y el organizador del concierto de esa noche no consideró que nos tenía que reservar hotel. Nos quedamos en un cuchitril 5 en una habitación con una cama. Yo puse mi sleeping y que los demás se pelearan la cama. A las 2 de la mañana nos avisó el Ricardo que había conseguido habitaciones en el Mayan Palace y a esa hora nos mudamos. Fue la noche que no queríamos dejar entrar al Espaderos y al muy cerote se le ocurrió decir que abriéramos porque había una emergencia, que habían matado a Mameyón, cuando el mameyón estaba acostado en una de las camas del cuarto. Por supuesto lo mandamos a la mierda. Para otro concierto la radio organizadora nos dio un apartamento de lujo, frente al Barceló del Lago, pero nadie le dijo a la dueña que era para un grupo de rock, y cuando nos vió sin el de la radio que se lo alquiló, se alebrestó un “poquito”, llamó a la policía, llegaron los tiras y mientras aparecía el de la radio casi vamos a dar presos con todo y nuestros tiliches. Yo por si acaso tenía mi mochila puesta y el sleeping en las manos por si tenía que salir en desbandada, pero preso no me iban a llevar, jajajaja. Tantos conciertos que fueron buenos, de verdad. En una de estas Semanas Santas en Panajachel la conocí a ella, a la que creí que sería la mujer de mi vida, pero lo malo fue que a ella no se lo explicaron de la misma manera entonces no me siguió el cuento y falló el plan, pero bueno, ¿Quién dice que todo tiene que terminar felizmente siempre? Jajajajaja.
Después llegaron otras Semanas Santas en Zacapa, ya en la etapa “Adulta”, jajaja. Auténticos festivales en honor al dios Baco, jajaja. Horas en el río, horas chupando, incluida una sandía que la llenamos de vodka, la dejamos enfriar y nos la comimos. Nos acabamos las cervezas de una tienda y cosas por el estilo con el gran Primo, el Lev Andropov, mis hermanos, la Laurita, el Luís Pedro, la Mavi y algunos cuantos más que en alguna ocasión nos acompañaron.
Pero bueno, al menos ya me reí un poco recordando tanta burrada que para muchos de ustedes no tendrán mayor sentido, pero supongo que cada uno tendrá anécdotas parecidas. ¿Ustedes que han hecho en Semana Santa? Suerte con esta y si salen mucha precaución y sentido común.