¿Por qué no te venís con nosotros a Panatitlán?, le preguntó Magnolia a Osvaldo, quien contestó que casi seguro que sí, poniendo cara de duda, mientras en realidad pensaba que ni el fin del mundo le impediría ir en ese viaje con aquella chica guapa. Ok, le dijo Magnolia, te pasamos buscando con mis hermanas a tu casa dentro de dos días.
A Osvaldo le pasaron los dos días volando. Al fin allá iba en el carro de la hermana de Magnolia, Dora, camino al mencionado lugar. Por aquel entonces Dora ya era novia de Antonio, uno de los mejores amigos de Osvaldo. Pero había pelo en la sopa, porque cuando ya iban a medio camino, y pese a todas las ilusiones de Osvaldo, dice Magnolia: Espero que Rupert ya esté allí. ¿Y quien putas es Rupert? Se preguntó para sus adentros Osvaldo, seguro de que en un par de segundos se iba a enterar, y en efecto se enteró, que era un pretendiente europeo de Magnolia, quien iba emocionada a su encuentro.
Bueno, pues ya está. Solo para variar le tocaba a Osvaldo pasear su cara de imbécil por enésima vez. Al final tampoco es que importara mucho porque en Panatitlán siempre había algún amigo con el cual pasar el tiempo. La carretera se fue terminando y antes de darse cuenta ya estaban allí.
Después de buscar alojamiento y guardar las mochilas, nuestros personajes salieron a caminar. Osvaldo iba como distraído, pero se alegró al toparse de frente con Humberto, otro de sus mejores amigos, quien estaba cómodamente acostado en la acera, con la cabeza recostada en un poste del alumbrado público y sosteniendo una botella vacía de vodka. ¿La razón? Que la ingrata de la novia lo había mandado a freír monas el día de Navidad. Osvaldo y Alfredo, este último también hermano de Magnolia, se sentaron con Humberto, lo despertaron un poco y después de los saludos de rigor se tomaron unos cuantos litrines de cerveza mientras las féminas de la historia se iban a vestir para la noche de fiesta que les esperaba.
Unas horas mas tarde los dos grupos se encontraron. El pueblo ya estaba animado y en la calle todo era festejar, beber, bailar, cantar. En eso apareció el peine, el famoso europeo, medio bolo, medio mula. El grupo lo estaba pasando bien, en plena calle, hasta que el europeo tuvo la mala idea de hablar despectivamente de la capacidad de ingestión alcohólica de los allí presentes. Sus palabras fueron más o menos: “Nadie aquí puede tomar tanta cerveza como yo”. A semejante e irresponsable afirmación, Osvaldo herido en su orgullo, Alfredo dispuesto a demostrar lo contrario, y Humberto por solidario con los otros dos, aceptaron el reto.
Sin hablar mucho empezaron a circular los litrógenos de jugo de cebada, lúpulo y otros granos debidamente fermentados. Cayó Alfredo. Humberto no cayó pero escurrió bulto para irse a tocar tambores con unos que hacían la danza con las cadenas que en la punta tienen una bola de fuego. Solo Osvaldo resistía, y por un momento dudó. Pero el europeo hizo un comentario fuera de lugar, denigrante hacia Magnolia y por demás innecesario. Eso bastó para que Osvaldo sacara fuerzas de flaqueza, segundo aire y se armara de tripas, corazón y buche. No abandonó la batalla hasta que vio al rival derrotado, abatido, derrumbado, vomitado. Nuestro héroe estaba mal, se encontraba débil, pero resistió de pie para luchar un día más. A esas alturas el grupo era numeroso, debido a lo bullicioso de la competencia. Hasta el Teco, cantante del grupo La Zona, estaba allí.
En plena madrugada caminaron hasta el lago, estuvieron un rato allí y regresaron. A medio camino de vuelta una sombra en un zaguán los asustó. Era el europeo que vagaba, cual alma en pena, en busca de su hotel. Para no ser malas personas lo rescataron. Las señoritas se fueron a dormir mientras Osvaldo y Alfredo se iban a buscar otras cervezas para terminar la jornada. A la mañana siguiente se levantaron, todos bien arreglados y después de desayunar, emprendieron el regreso a la ciudad, rumbo a la cotidianeidad abrumadora de sus vidas. Osvaldo, por supuesto, solo y con un malestar etílico indescriptible.
Moraleja:
Cómo dice el título, no tiene, pero si algo sacan ustedes en claro de todo esto, no dejen de contármelo porque a mí no se me ocurrió y se me hace que mas de algo importante hay por allí que deberíamos aprender.
De momento se me ocurren un par de cosas, no a nivel de moraleja pero si interesantes como para no dejarlas pasar. Primero, la imaginación de nuestro amigo Osvaldo, que le jugó una mala pasada, aunque a quien de nosotros no se le ha ido el hilo entre la imaginación, la ilusión, la sugestión y el auto convencimiento. Segundo, nuestro héroe corrió con suerte, porque logró resistir (aunque en lo personal pienso que fue inútil su interferencia, ya que cuando las cosas deben seguir su camino, lo siguen inexorablemente), y bueno, resistió aunque pudo no lograrlo. Todo era una apuesta al final de cuentas, y si no hubiera resistido, no solo no hubiera evitado lo que quería evitar (que de todas formas creo que no evitó) sino que encima hubiera quedado de mala copa. Algo remarcable en el cuento es la fidelidad de los amigos. Allí estuvieron hasta el último momento. Pero yo creo que ya le estamos dando demasiadas vueltas al más inútil de los cuentos. Salud!!!!!