sábado, diciembre 13, 2008

Los años pasan por algo, ¿Va?


Imagino que sí. La pregunta nace porque hace unas horas, bueno, anoche para ser precisos, me tocó vivir una de esas situaciones que se convierten en auténticos puntos de inflexión, en fuente de catarsis, en revelaciones, en epifanías dicen en las películas.

Quedé de juntarme con dos grandes amigos de tiempos del colegio, y sin que yo lo propusiera, ellos mismos dijeron que el mejor lugar para ir a tomarnos unos tragos era el “mítico templo del rock nacional”, en la zona 4 de la Ciudad Capital. Hacia allá dirigí a mi tía, que fue quien me pasó dejando pues aun no tengo ni carro ni la licencia nueva, cosas de la burocracia.

Total que entramos cuando recién habían abierto. Nos sentamos y pedimos una botella de ron. Después de algunos segundos, regresó la chica que nos había atendido, con cara de apenada nos dice que si podemos esperar un rato que llegue el dueño del lugar, pues sin querer se llevó las llaves del cuarto donde guardan las respectivas pescuezudas. “No hay problema” dijimos nosotros, y que nos traigan unas cervecitas mientras esperamos. Yo no había dicho que el tal dueño es uno de mis mejores amigos. Cuando aquel llegó, al vernos fue automático, dejó las cosas que llevaba y se fue directo a saludarnos, pero mientras lo hacía, se retorcía de la risa. Al preguntarle que qué le pasaba, cual era la causa de la risa nos dice: “ es que me llamó la chava que está atendiendo y me preguntó si ya venía llegando, porque había unos “SEÑORES” que querían tomarse una botella y necesitaban la llave”. ¿Unos Señores? Puta mucha, momento, si viejos no es que estemos, solo mal vividos nada mas, un poco potreados y tal vez con falta de mantenimiento, pero de eso a que parezcamos “señores” dista mucho, o por lo menos eso creía yo.

Al rato, después de reírnos bastante por lo de “señores” y que en el fondo nos afectó mas de lo que quisimos aceptar en público, nos dimos cuenta que en realidad no estaban tan equivocados los demás. Viendo un poco a la respetable concurrencia, nos dimos cuenta de que a pesar de nuestros reparos, en efecto éramos los mas señores. Y eso no fue todo, en cuanto empezó a tocar el grupo, con éxitos “del recuerdo”, algo de Motley Creu, un poco de Maiden, y cosas por el estilo, tuvimos que aceptar que fuimos privilegiados por vivir nuestra adolescencia al ritmo de aquella música cuando era nueva y que las canciones tenían mas años que los que las estaban tocando. Pero, pregunto yo, ¿a que no parecemos tampoco tan mayores? ¿Será? Aquello de “no es lo mismo los tres mosqueteros que veinte años después” ¿será cierto?

VIEJOS LOS CERROS Y TODAVÍA ECHAN PALITOS, hubiera dicho mi señor padre.

SALUD!!! Desde la tierra de la eterna primavera SEÑORES.

miércoles, diciembre 03, 2008

Caminando de noche.

Siempre le pareció abrumadora la capacidad de una ciudad para hacer sentir solitario a alguien. Y no porque en realidad estuviera solo, no lo estaba, tenía familia y amigos, pero le embargaba una sensación de vacío en el alma. Tras varios días con esa sensación empezó a buscar en su pasado un destello de ilusión, un recuerdo, un retazo de memoria, cualquier instante al cual aferrarse y seguir viviendo.


Así, observando en su interior revivió momentos de antaño cuando todo prometía. Recordó a su primer amor. Recordó aquella emoción que aceleraba su respiración. Recordó a aquella niña, bueno, en aquel tiempo era una niña, la criatura más hermosa que pudiese conocer jamás. Recordó que además de ser su primer amor, también fue su primer imposible. - El primer y más puro amor, y a la vez el primer imposible - se dijo para sí, - vaya manera de encontrar un recuerdo para tratar de sobrevivir -. Muy a su pesar se cruzó con el recuerdo que podría causarle más dolor. Lejos de encontrar un aliento, una esperanza, una ilusión, se topó de frente con una espina clavada en lo más profundo de su alma.


Pero el dolor es una fuerza imponente, capaz de mover lo inamovible, para recordarle a quien le necesite que debe seguir, que debe vencerle. Pero la vida real no es como debería ser, no es ese conjunto de sueños e ilusiones, por lo que tuvo que asumir la responsabilidad de revivir viejos dolores y utilizarlos para continuar su recorrido por este mundo.


Aquel infeliz asimiló de tal forma el dolor que recordar le causara que empezó de nuevo a vivir, aunque de su mente nunca se apartó la imagen de aquella hermosa niña que un día se adueñara de su corazón, de su alma, de su respiración, de su mente, de su todo. Solo podía pensar en como sería ahora esa niña, solo podía imaginar la belleza de mujer en que se habría convertido con el correr de los años. Cómo el tiempo lo cura todo, conforme la vida siguió, nuevamente depositó el recuerdo de aquel viejo amor en lo profundo del olvido.


Un día cualquiera, caminando de noche, solo, pensando en la magnificencia del cielo nocturno, en la luna que siempre le acompañaba, viéndola, sintiéndola, pensando en las estrellas, como caminantes que siguen un camino por la noche igual que él, siguió los pasos que el destino y el azar quisieron. Pié tras pié, aquella noche le guió al encuentro de un recuerdo. Pero no fue simplemente recordar, no se tuvo que conformar con la imagen etérea de su imaginación. Se encontró con el recuerdo mismo. Al cruzar una esquina se dio de frente con aquella niña convertida en la mujer más hermosa que pudiera existir en tiempo cualquiera sobre la tierra. Ni siquiera lo pudo creer. Unos instantes bastaron para captar la esencia de su sonrisa, la belleza de su aura, la sencillez de su espíritu, la incomparable hermosura de su ser. Fueron solo segundos, instantes supremos que le impactaron. Solo pudo verla por una nada insignificante de tiempo pero para él bastó. No necesitó contemplarla durante horas para poder absorber su presencia. Efímero como debía ser, todo terminó.


Y así, andando de noche, cada noche, en especial las noches de luna llena y cielo despejado, espera con ansiedad ese encuentro que con toda seguridad se producirá. Únicamente debe esperar. No dejó de sentirse solitario, pero por lo menos ahora le acompaña el recuerdo de un amor puro, inocente, infantil, que nunca fue y nunca será, pero que nunca desaparecerá. Siempre, claro, que se mantenga caminando de noche…