Es innegable la riqueza de nuestra tradición oral guatemalteca. Hace unos días leyendo un post de mi amiga Alecksya sobre el Chiquirin, un animalito cuyo ruido suena así “chiquiriiiiin, chiquiriiiin”, estuve recordando algunas de las tradiciones, leyendas y supersticiones típicas de nuestra tierra y que con el paso de los años se han comunicado de una generación a otra, aunque en apariencia el mundo moderno y sofisticado de hoy no les deja mucho lugar. Esa es otra historia.
¿Alguien recuerda a Los Azacuanes? Los azacuanes son unas aves que pasan una vez al año, anunciado el final de las lluvias. Recuerdo que siempre mi abuela decía… “Ya pasaron los Azacuanes llevándose el agua”, aunque yo nunca los vi en realidad. Sería interesante si alguien lo sabe que nos cuente la especie concreta y bajo que pautas migratorias pasan por nuestro país hacia el fin de la época lluviosa.
Y estaba pensando en “Las Cabañuelas”. Como “Las cabañuelas” se conoce a los primeros 12 días del año, en los cuales se definirá la condición climática de los meses venideros, así el 1 de Enero representa a Enero, el 2 a Febrero, el 3 a marzo y sucesivamente. Cuando yo era niño siempre me lo comentaba mi abuelo, pero para ser sincero para el 4 ya había perdido la cuenta y no recuerdo si el 6 y 7 de Enero hacía calor representando a Junio y Julio, o no, jajaja.
Y ¿qué me dicen de la “Maldición de los compadres”?. Dice la leyenda que si entre compadres se acuestan se van a volver piedra. Según contaban mis abuelos, hace muchos años durante una peregrinación a Esquipulas (Cuando era una peregrinación de días a pie) iban varias familias y el compadre se discutió a la comadre en el montecito, después todos buscándolos y en el lugar de los hechos solo encontraron un gran tetunte con la forma de una pareja en pleno canchis-canchis. Dicen que por el camino viejo de Esquipulas todavía está el tenamaste y es conocido como “La piedra de los compadres”.
De las mismas peregrinaciones contaban que una vez pasó un grupo de peregrinos por uno de los lugares acostumbrados para descansar y escuchaban el llanto de un niño pequeño. Lo buscaron y lo buscaron pero lo único que encontraron fue un bulto de tortillas en el suelo. Era el Maiz el que lloraba. En mi casa jamás se tiró una tortilla mientras viviera mi abuela. Ahora no podría asegurarlo.
Allá por Zacapa siempre me dijeron que si me metía al río en Viernes Santo me iba a convertir en pescado, pero eso si lo probé y no pasó. También me dijeron que si iba al monte que tratara de no descansar recostado sobre un árbol de Amate, pues de allí salían los duendes y cosas que pululaban por el campo en las noches. Lo jodido es que con mis conocimientos de botánica ni siquiera puedo reconocer un Amate, jajaja. Allí mismo en Zacapa dicen que cuando la cosa es sobrenatural, que cuando alguien se enfrenta a un espíritu o un espanto las armas de fuego no funcionan. Uno le da y le da y el cuete no rempuja su cargamento de plomo. Varios conocidos me han dicho que es cierto.
Mis abuelas también me contaban que el 1 de noviembre salen las almas de los difuntos a pasear. Los dejan ir a visitar a sus familiares, sus casas, sus amigos o a quien quieran por espacio de 24 horas. Salen a las 12 de la noche y tiene que estar de vuelta a las 12 de la noche siguiente. Siempre en mi casa para ese día se dejaba la foto de nuestros difuntos en el Altar, una veladora encendida y un vaso con agua, pues la abuela decía que llegaban con sed. También cuentan que muchas veces las almas se presentan ese día en forma de palomillas blancas, y que por eso no hay que matar a este insecto.
Hablando de insectos, las mariposas esas nocturnas que son horrendas las condenadas, ¿saben cuales digo? Esas mariposas grandes que son color café oscuro y negro, que en las alas tienen unas manchas blancas que parecen ojos. Pues cuentan por allí que si una de esas se entra a la casa y se posa en alguno de los dinteles por el lado interior del mismo, significa que alguien va a morir. No por fuerza alguien de la casa, puede ser alguien allegado, algún conocido.
Ahora bien, en las noches capitalinas, ¿Quién de ustedes no ha despertado alguna vez en plena madrugada oyendo los desgarradores quejidos de los infelices gatos? Decían los abuelos que cuando los gatos lloraban así era porque andaban jugando con el diablo. Yo por si las dudas, gato visto gato apedreado. Solo a mi abuela y a uno de mis tíos les gustan los gatos en la familia. El resto somos perreros.
Pero los perros también tienen su cosa de espanto (la Filistea dice que todos los perros están enchamucados). ¿Han oído a todos los perros de su barrio aullar alguna vez? Lo que mas asusta es cuando se oyen a lo lejos los aullidos, se van acercando, aúllan los de tu cuadra, los de tu casa, los de la otra cuadra, los de la de mas allá y así se van alejando los aullidos sin ningún otro ruido que los perturbe. Decía mi abuela que cuando eso pasaba podía ser por dos posibles causas. 1. Que alguien moría y el alma iba en camino a su destino, y los perros la veían pasar. 2. Iba pasando la llorona en su eterna búsqueda de sus hijos ahogados. Y ¿han visto cuando los perros se quedan viendo fijamente hacia un punto donde no “hay” nadie y reaccionan como si estuvieran viendo a alguien? También es de pensarlo.
La otra tradición oral que envuelve a los perros es la de sus cheles (las legañas, para el público internacional). Dicen que si uno le quita un “chele” al perro y se lo acerca al ojo, queda con la habilidad de los perros de ver a los espantos y ánimas. Pero que nunca mas se puede quitar, o sea que vaya a donde vaya siempre verá a los espantos del lugar. Eso nunca lo probé mitad por miedo y mitad por los aspectos insalubres del asunto.
Puta muchá, a medio post voy y ya tengo como escalofríos, jajaja. Se me acaba de erizar hasta el último de los pelitos de mi cuerpo, jajaja.
Eso me recuerda que el primer consejo que daban los abuelos para esas situaciones que involucraban presencias “no terrenales” incluía maltratar más que ayudante de ruletero. Si uno escuchaba a la llorona por ejemplo o sentía algo raro o escuchaba ruidos o lo espantaban de cualquier forma, la terapia de choque era insultarlos. Soltar una descarga abrumadora de patanadas, palabrotas y vulgaridades. Porque eso los asustaba. Una vez insultados sí ya había que ponerse a rezar pero mas que para ahuyentarlos para el alivio de sus penas. Me acabo de volver a erizar por la vida de las putas, así que sí anda alguien que no es de esta vida por aquí cerca que se vaya mucho a la mierda por la gran chingada… (Funcionó muchá, se me bajaron los pelitos pero todavía siento un “nido” en la garganta), jajaja.
Las luces de los difuntos y los tesoros enterrados son otra leyenda importante en Guatemala. Dicen que la luz marca el sitio de las riquezas del difunto, y que una vez desenterradas hay que mandarle a decir Misas por el descanso de su alma. Mi tía Juanita, que Dios la tenga en su gloria, contaba que de joven se le “apareció” alguien y le decía que fuera al patio de atrás, que le iba a indicar donde estaba el tesoro. Dos veces lo escuchó y las dos veces cerró los ojos con todas sus fuerzas y rezó como si le fuera la vida en ello. Al final se volvía a quedar dormida. Después de la segunda vez se lo contó a todos y un par de veces fue mi papá, que también Dios lo tenga en su santa gloria, que se levantaba en la madrugada a asustarla, hasta que un día con otro de mis tíos hicieron que se desmayara del susto que le metieron y mi abuela les cayó a escobazos cuando los descubrió, jajajaja. Pero bueno, a saber que hubiera pasado si la Tita hubiera encontrado el tesoro. Y dicen que por mi casa había una hacienda de esas de antes. Mi vecino tuvo guardaespaldas mucho tiempo y algunos hacían guardia en la terraza de su casa, justo al frente de la mía, y más de una vez aseguraron ver a un tipo vestido completamente de negro “caminar” sobre los techos de las casas de mi cuadra.
Continuará (en 3 o 4 días)