domingo, mayo 10, 2009

Decidir, largarse, volver, continuar. Crecer.

Hay momentos trascendentales a lo largo de la vida, situaciones que se nos presentan de tal modo que hacen imposible evitarlas y aunque quisiéramos que desaparecieran nos vemos obligados a enfrentarlas de lleno y con decisión pese a nuestra renuencia o temor. Encrucijadas que nos llevan a tomar uno u otro camino, ante la atemorizante incertidumbre del no saber, del no anticipar, del no prever.

Son esos momentos, esa necesidad y obligación de decidir independientemente de lo acertado o no que resulte dicha decisión, los que van forjando nuestro carácter, nos van templando, nos van moldeando.

Hablábamos el sábado por la noche con un amigo costarricense sobre esto y algo mas. El también se fue de su país, en este caso hacia Guatemala por motivos de estudio y le ha llegado el momento de volver. Hablábamos de las experiencias que uno adquiere estando lejos y muchas veces solo, de los contratiempos que se superan, de las alegrías que se encuentran, de las amistades que se descubren, de los amigos que ya se tenían y se convierten en un apoyo, de todo lo que conlleva agarrar una maleta y decir adiós a la vida que se ha llevado hasta entonces para iniciar una nueva. Pero sobre todo hablamos del temor al momento de regresar. Me explico.

Uno pasa mucho tiempo consigo mismo estando lejos y eso distorsiona su realidad y su forma de percibir y entender los recuerdos y sensaciones que se tienen de lo que se ha dejado atrás. Uno tiende a idealizar lo que conocía y ha tenido que cambiar. Para quien no ha pasado por eso, podría parecer que llegado el momento de volver tendría que ser únicamente emoción y felicidad, que de hecho lo es pero no solamente eso. También es temor, miedo, indecisión. Y coincidentemente ambos lo expresamos de la misma manera: Alegría e ilusión de pensar en volver, abrazar a la mamá, a los hermanos, dormir en tu cuarto de toda la vida, en tu cama, con tus almohadas, abrir los ojos y ver la luz de tu tierra. Pero un profundo y visceral temor al día siguiente, al despertar el primer día de regreso y preguntarte ¿Y ahora qué?. Y reconozco que precisamente ese instante y esa pregunta fueron los que me llevaron, no una sino varias veces, a aplazar mi vuelta. Me aterraba el despertar y no saber qué hacer. Dije cuando me despedía de los amigos en el extranjero instantes antes de volver, que regresaba a recuperar mi vida, a retomarla donde la dejé 6 años antes, pero una vez aquí me di cuenta que la vida que dejé ya no lo es, ya no es mi vida, se ha cambiado a si misma, ha evolucionado, ha cambiado. Y lo que recordé como mi vida a lo largo de los años estando lejos, ya no lo es.

¿Qué queda entonces por hacer en ese caso? Solo continuar. Asumir el cambio, hacer acopio de madurez y entereza y seguir caminando, enfrentarse de nuevo a la disyuntiva sobre qué rumbo tomar y tomarlo, que pisados. En resumen, crecer. Crecer como persona, como ser humano. Adaptarse y crecer, adaptarse a una nueva realidad, a una fase completamente nueva y diferente de la vida. Evolucionar y crecer, evolucionar en lo que se es y será a partir de ahora. Crecer. Y mencionamos que todo el tiempo lejos nos prepara para eso, para crecer.

En aquel entonces decidí largarme. Ahora volví señores, y continué también. Hace ya unos meses de eso pero no había tenido oportunidad de compartir mis impresiones al respecto. Ahora toca crecer, y sobre todo continuar. No dejar de continuar. Y crecer. Salud!!!.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

wow - this is deep bro.

Alexia dijo...

Y a veces la vida que uno conoce y sigue viviendo de a poco va cambiando y no te das cuenta, solo lo haces cuando paras un poco tu carrera y tomas un respiro, haces recuento de los a~os, y ya nada es igual.

@... dijo...

Curiosamente, a la hora de volver uno se debe entregar a la tarea de ir coleccionando esos pedazos y migajas de la vida que se llevaba antes, porque el tiempo casi nos hizo olvidar como era ser lo que fuimos.
En lo personal me agrada, es como irse re-descubriendo y volverse a conocer.

¡Salú!

José Joaquín dijo...

Salud!

Siendo adolescente decidí no buscar irme al extranjero ni a estudiar ni a trabajar. Visualizaba muy bien el regreso, tal como vos lo estás viviendo, nunca volvés a lo que dejaste, todo cambia, cambiaron todos, cambiaste vos. Miraba también que era probable que si me iba ya no regresara nunca y me aterraba pensar en eso. No sé por qué pensaba eso, quizá no es tan dramático al fin y al cabo. Quizás no me hubiera ido tan mal.