Quiero lanzar desde aquí este inofensivo reclamo, en mi nombre y en el nombre de todos los novios oprimidos que como yo deambulan por el planeta subyugados por las féminas de turno que con sus encantos tratan de amoldar nuestra personalidad, nuestro criterio, nuestros gustos y hasta nuestros principios según los de ellas.
Inicio esto reconociendo que soy consciente de que una relación de consenso, bilateral, entre dos adultos que se atraen, con cierta afinidad, química o como quieran llamarlo, es muy importante hacer concesiones, ceder en muchos aspectos y alcanzar acuerdos en los que muchas veces se renuncia a nuestras preferencias en beneficio de la novia, o de “los dos” para ser un poco mas ingenuos. Hasta allí perfecto.
PERO, pero, peeeero, ¿Por qué putas siempre soy yo el único imbécil que termina cediendo? ¿Por qué me toca hacer todas las concesiones a mí?
Y de aquí parte el reclamo en concreto. No es justo que sólo cedamos y concedamos nosotros, ellas también tienen que hacerlo.
Por ejemplo, la música. Siempre han querido cambiar mi gusto por la música y para lo único en este mundo que soy un quisquilloso y un lleno de mierdas es para mis gustos musicales. Desde el clásico “esa es música del diablo”, pasando por los acostumbrados “oír eso es pecado”, “esa es música de drogadictos” hasta la que por ahora es mi favorita “esa música mata tu alma”. Y no podemos decir nada, cualquier intento de protesta termina en escena de lágrimas y mas frases clichés como “no me quieres”, “no me respetas”, “si me quisieras cambiarías”, y uno ni siquiera llega a decir lo que piensa, como que desprecia con toda su alma la mamarrachada pop que ella adora, o un “Mi amor, he oído esta música desde que tengo 4 años y no voy a dejar de oírla por vos, tan simple como eso, te guste o no”.
Después va la ropa. Si nunca he ido a la moda, no pienso empezar ahora. Me voy a poner siempre lo que a mí me guste y en lo que me sienta cómodo, se haya usado hace 10 años, hace 1 o nunca.
Y ¿qué me dicen de los deportes? Uno tiene que olvidarse de que el fútbol existe, pero ellas no pueden dejar pasar uno de esos programas cursis de chismes, que solo contribuyen a la ignorancia, o algún maldito “reality” de esos que hacen disminuir 15 puntos el coeficiente intelectual de quien los ve. “Mi vida, alquilemos una buena película”, perfecto, pero yo por “buena película” entiendo cualquiera de los seis episodios de Star Wars, o Die Hard, o Lethal Weapon, y no una mariconada de comedia romántica donde los chistes carecen del mas elemental ingenio. “Es que no tenés sentimientos y por eso no te emociona el romanticismo” me dijeron una vez. Y me quedé con la gana de decir que lo que estábamos viendo no era romántico, sino estúpido. Además, como prueba de que sí tengo sentimientos, reconozco en público que tuve que aguantarme las ganas de aplaudir cuando Darth Vader gritó “Noooooooo” al final del Episodio III.
¿Por qué la puta gana de hacernos leer cosas motivacionales o de auto ayuda? Si a mí me gusta leer los chistes de Mafalda, de Dilbert, de Memín y de Capulina, ¿Por qué tengo que cambiarlos para empezar a leer algún libro del Cohello este? Noooo, para nada.
Se que podría seguir con temas como la comida, los amigos, el trabajo, las costumbres al dormir, los hábitos de ejercicios, las obligaciones religiosas, los compromisos sociales, el uso del Internet, etc., etc., etc., pero no quiero aburrirlos. Por eso, propongo lo siguiente:
A PARTIR DE AHORA, SE CEDE Y SE HACEN CONCESIONES AL 50%.
- Yo no oigo rock, pero vos no oís pop. A partir de ahora, Jazz o música clásica.
- Yo me visto como vos digas, pero viceversa también. A partir de ahora, a ampliar tu colección de tangas.
- Yo no veo fútbol, baseball o fórmula 1, pero vos no ves “American next top model”, “American Idol” o cualquiera de sus versiones. A partir de ahora, documentales del History Channel o del Discovery.
- Yo no veo porno pero vos no ves novelas. A partir de ahora Animal Planet.
- Yo no alquilo “Star Wars” pero vos no alquilás “Titanic”. A partir de ahora cine independiente.
- Yo no te llevo con los borrachos escandalosos de mis cuates, pero vos no me llevás con las ridículas idiotas de tus “amiguis”. A partir de ahora nos volvemos ermitaños.
¿Qué tal?